El Milagro de los Andes

MILAGRO DE LOS ANDES.. RENDIMOS HOMENAJE A TODOS ESOS HEROES ANONIMOS QUE PARTICIPARON EN EL RESCATE DE LOS RAGBISTAS URUGUAYOS PERDIDOS EN NUESTRA CORDILLERA DE LOS ANDES.

IMG_16293Agradecemos al profesor PEDRO Marchant y al Dr. JORGE Balocchi por el material grafico de su libro Participación, Colchagüina, en el MILAGRO DE LOS ANDES.
Las notas que a continuación entregaremos, están basados en hechos reales que fueron registrados en el libro en comento:
LA TRAGEDIA DE LOS ANDES:
UNA LUCHA POR LA VIDA
Dr. Jorge Balocchi Carreño
“Oramos. La noche se venía encima en aquel desolado lugar; solo un ratito, y ya estábamos con frío, hambre y soledad. ¿Qué sería de ellos en esos 72 días?”
Bitácora Club Andino Giuseppe Bortoluzzi de San Fernando
El último viaje
Hoy 22 de Diciembre de 2014 se cumplen 42 años de la tragedia de los Andes, donde un equipo completo de jóvenes rugbistas, pertenecientes al Club de los Old Christian, quienes junto a amigos y familiares, provenientes de la hermana República del Uruguay, se accidentan en las cercanías del volcán Tinguiririca, frente a la ciudad de San Fernan¬}do, Chile.
Los pilotos Julio César Ferrada y Dante Lagurara, comandaban el avión Fairchild F-227 de las FFAA uruguayas; un bimotor turbo reactor, acondicionado como chárter y en excelentes condiciones técnicas y operativas. El viaje se inicia desde la ciudad de Montevideo, un 12 de octubre de 1972 (aniversario del descubrimiento de América), debiendo recalar obligadamente en la ciudad de Mendoza, Argentina, por mal tiempo. El Martes13 de octubre de 1972, se elevan nuevamente, en dirección hacia el sur, en busca del paso Planchón a 160 kms. de Mendoza. Este paso andino permite acceder desde su boca oriental (al frente de Malargüe, Argentina), hacia su lado oeste, directo a la ciudad chilena de Curicó.
Ya en territorio chileno, y en vuelo instrumental, por la gran nubosidad existente, el piloto Dante Lagurara, reporta a Chile, que se encuentra sobrevolando a la altura de Curicó. Entonces cambia de rumbo, virando de dirección este-oeste hacia el norte, con la autorización de la torre de control de Santiago de Chile. Sin embargo, realmente, aún sobrevolaba sobre la cadena montañosa de los Andes, cuyos picachos alcanzan promedios sobre los 4.000 mts. de altura. El avión había despegado a las 14:18 horas de la ciudad de Mendoza; perdiendo contacto definitivo con Santiago de Chile a las 15:30 horas: 0Correspondía a la hora exacta del accidente fatal, justo cuando se iniciaba el descenso progresivo del avión hacia Santiago. ¿Qué fue lo que realmente sucedió con estos experimentados pilotos, llevándose a la tumba el secreto de las causales del desastre aéreo? Al respecto, el informe oficial de la Fuerza Aérea Uruguaya para explicarlo, se centran científicamente en dos versiones, ambas atendibles: 1) Influencias en el campo magnético terrestre, alterado por efectos de la tormenta y las montañas, provocando un deterioro en la función de los instrumentos de navegación aérea. 2) Un error de cálculo del piloto en los tiempos previstos para sobrevolar; significando con esto, que al momento de cruzar la cordillera rumbo a Curicó, de este a oeste, en un avión propulsado a hélices, en medio de fuertes vientos en contra, los tiempos de desplazamiento aéreos fueron alterados y el avión giró al norte antes de alcanzar nuestro valle central, en un cielo completamente nublado; percatándose los pilotos de su error, solo cuando se vieron sobrevolando en medio de las altas montañas. Teoría compartida además por los pilotos chilenos, que participaron en la búsqueda y rescate de los sobrevivientes.
Los Andes la columna rocosa más extensa del mundo; la segunda más alta después de los Himalaya, abrirá sus fauces gigantescas, para iniciar así sus primeras mascadas mortales, en un accidente que no tiene parangón alguno en la historia de la aviación mundial del siglo XX. Inicialmente, de una dotación de 45 personas, después del impacto sobreviven 32, hasta quedar finalmente 16 vivos. Sufrimiento tras sufrimiento, el fuselaje del avión Fairchild, será el refugio natural para los sobrevivientes, que deberán desafiar un largo período de 72 días, una cordillera viva. En efecto, inmersos en un mundo de altura y desolado, con un aire enrarecido por el bajo nivel de oxígeno; de bajísimas temperaturas, con niveles que podían alcanzar hasta 30 o 40 grados bajo cero y sometidos a una amenaza constante de catástrofes naturales, como aluviones, rodados y tormentas de nieve, deberán día a día superarse en una experiencia límite por sus vidas
¡Hay de aquellos elegidos por el Altísimo, predestinados a sobrevivir! No sólo deberán luchar por sus vidas, sino también ser testigos del desmembramiento físico y moral de sus más queridos amigos y familiares. ¿Cómo sobreponerse al accidente mismo, al desastre físico y psicológico de los compañeros caídos, heridos y muertos? ¿El shock propio y emocional de ver tanta muerte y dolor? ¿Socorrer con las ma¬nos vacías y consolar con la grandeza de la mente?
Organización y supervivencia al límite.
Un rescate sin esperanza.
“No hay refrán, Sancho que no sea verdadero, porque sentencias son apoyadas en la misma experiencia y hay uno que dice: donde una puerta se cierra, otra se abre”. Don Miguel de Cervantes y Saavedra.
Los días se suceden y la pérdida de la confianza de un rescate se va difuminando, a pesar del avistamiento de aviones. ¡Más, el fuselaje del avión Fairchild es tan blanco como la nieve! Entonces los pocos aviones que cruzan el cielo sobre ellos, prosiguen su ruta, insensibles a los voceríos y señales de los sobrevivientes, aún invisibles para el resto del mundo. ¿Qué hacer entonces frente a esta situación desesperada…?
índiceEl precario refugio de un avión siniestrado; los pocos alimentos reducidos a turrones, chocolates y mermeladas como hidratos de carbono; algunas latas de conserva de pescado y mariscos como fuente proteica; más algunas botellas de vino y cigarrillos, es lo único que contarán materialmente para tan dura prueba. Es entonces, cuando la inteligencia y la sabiduría humana, empieza a manifestarse, a medida que las dificultades amenazan sus vidas. El dragón y sus demonios deberán vencerse, convertirlos a la Fe, y luchar a nuestro favor. Así, Fito Strauch, ingeniosamente “fabrica agua”, a partir de latones de alu¬minio obtenidos del respaldo de los asientos, acanalándolos y abriéndolas un orificio en el fondo, por donde escurrirá el preciado líquido, ordeñado de la gélida nieve, expuesta al Sol. (Inicialmente la nieve la introducían en botellas, debiendo agitarlas manualmente para su derretimiento; con evidente desgaste de energía física; lo que con el método de Fito, ya no fue necesario).
También el sol, fuente de vida, mediante el reflejo de sus rayos sobre la nieve, es capaz de dañar al ser humano, al producir en los ojos serias quemaduras llamadas actínicas, capaces de provocar una ceguera dolorosa de varios días. Para prevenirlo, se crean ingeniosamente anteojos artesanales a partir del plástico de las viseras de las gorras de los pilotos.
El intenso frío se combate además con la confección de guantes y polerones, cuya materia prima es la tela de las fundas que cubren los asientos. Sin embargo la mejor fuente de calor durante la noche, serán sus propios cuerpos apretujados los unos con los otros. Así, fue en vano separar del grupo a los más enfermos, ya que éstos, al estar aislados sufrían de mayor frío, quejándose grandemente, por lo que volvían nuevamente a ser acogidos por sus pares. Aprenden de la Naturaleza cada vez secretos develados. Así por ejemplo, conocen como desplazarse sobre la nieve, la que es capaz de soportar bien el peso del cuerpo durante la mañana, que es cuando la nieve está más sólida; pero ya en las primeras horas de la tarde, se hace imposible. La solución es adaptar los almohadones de los asientos a los botines, al igual que los famosos raquets de los esquimales del hemisferio norte, para evitar hundirse en la blanda nieve soleada. ¿Y qué sucede en el interior del fuselaje del avión?
A pesar de lo pequeño del reducto, se crea un espacio para los enfermos más graves, adaptando literas y hamacas producto del espíritu organizativo del novel estudiante de medicina Roberto Canessa. Es la organización, el trabajo de equipo el que va seleccionando lo mejor de cada uno, en beneficio de todos, alcanzando el bien común.
Todo parece ir funcionando; pero sólo será por un tiempo, si el rescate tan esperado no llega. El picor del hambre desespera, y los debilita cada vez más. El hermoso anfiteatro de montañas y nieve donde están inmersos, parecen observar y predecir el futuro de un próximo desenlace adverso, de una comunidad humana extraordinariamente aislada e indefensa.
Pero una vez más, el esfuerzo renace en otro de los muchachos, el de Roy Harley, quien logra reparar un radiotransmisor con la esperanza de establecer una comunicación desesperada. Mas la radio sólo cumple una función de receptor de noticias, convirtiéndose prontamente en un arma de doble filo, al escuchar el propio Roy, con gran desazón, la noticia que el Servicio Aéreo de Rescate (SAR), suspendía la búsqueda del avión, considerando que el tiempo ya transcurrido, asociado a las pésimas condiciones climáticas, ya no habría sobrevivientes.
Gustavo, Mística y fervor.
Más, si el mundo exterior les cerraba la puerta de la civilización, será otro de los jóvenes, Gustavo Nicolich, quien tocará la desesperanza en la esperanza, al abrir con su mística y fervor otra puerta más grande.
En efecto comunica a viva voz y en forma original la noticia: “Muchachos, buenas noticias, han suspendido la búsqueda”. Y ante el llanto y la mirada atónita de todos, especialmente de Carlitos Páez, les responde sabiamente: “Esto significa que tendremos que salir de aquí por nuestros propios medios”.
Sin embargo, cuando se creaba la mística tan necesaria, incluso la de planificar y poner en práctica sus propias expediciones, con los muchachos más fuertes en búsqueda de una salida, sobreviene un alud de nieve, el cual extingue la vida de 7 jóvenes, más una extraordinaria mujer como era Liliana Methol, esposa de Javier Methol. Entre ellos, también fallece el que era el jefe del equipo de rugby Marcelo Pérez, y el entusiasta y esperanzador Gustavo Nicolich.
Gustavo en una de sus cartas escribe: “La moral existente es increíble, y hay colaboración permanente entre todos….” “Si Dios quiere los volveré a ver. De no ser así, lo único que les pido es que tengan un gran valor. No se preocupen, porque estoy seguro que Dios me llevará con él”.
También Gustavo había escrito: “Si los cuerpos están ahí, es porque Dios los ha puesto, y lo único que importa es el Alma y no debo sentir remordimientos, si llegase el día en que yo pueda salvar a alguien con mi cuerpo, lo haría con mucha alegría”. Sin duda, la filosofía de Gustavo, encaminada al bien común y con total desprendimiento obliga a replantearnos nuestras vidas.
El encuentro con la vida
La juventud, los valores cristianos y una Fe inquebrantable, en una es¬peranza de reencuentro con la vida, los hicieron fuertes frente a tanta adversidad, lo que decidió que la suerte se inclinara a su favor.
Como los antiguos incas, frente a la presencia mística de las montañas en toda su magnificencia y poderío, se sintieron cada vez más cerca del Dios Creador, logrando una verdadera comunión y trabajo en equipo, donde la idea de ofrendar el cuerpo de los caídos en beneficio de los sobrevivientes, se hace firme, siendo una decisión valerosa, natural y salvadora para sus debilitados cuerpos.
Más adelante el encuentro con la vida, los adelantados Nando Parrado
y Roberto Canessa, separándose heroicamente del avión siniestrado, caminarán durante 10 días, con un total desconocimiento del terreno, para palpar al fin la abierta generosidad del huaso chileno, en el nombre del arriero Sergio Catalán Martínez. En efecto bajo los últimos rayos del sol del
Miércoles 20 de diciembre, en el cajón precordillerano del río San José, donde confluye con el Río del Azufre; don Sergio es avistado por los uruguayos, a quienes tranquiliza, prometiéndoles regresar al día siguiente, lo que cumple a carta cabal; auxiliándolos y facilitándoles al arriero Armandito Cerda Retamales, mientras él llevaba prontamente la noticia al retén de Carabineros de Puente Negro.
La famosa carta que envía Catalán a Parrado, a través de un papel escrito que envolvía una piedra, la cual sortea el correntoso río San José que los separa, cae en buen destino, “Va a venir luego un hombre a verlo, que le fui a decir. Contésteme que quiere”, Sergio C. y la respuesta desesperada de Parrado: “Vengo de un avión que cayó en las montañas, soy uruguayo.
Hace 10 días que…”; no sólo es historia sino la gesta de una vivencia inmortal.
Tras Canessa, Parrado y Catalán hay 14 hombres esperando una luz de vida.
CONTROVERSIAS SOBRE EL LUGAR GEOGRÁFICO
DONDE OCURRIÓ EL ACCIDENTE AÉREO
¿TERRITORIO CHILENO O ARGENTINO?
Los Autores
A muchos chilenos, colchagüinos y estudiosos del tema, les resulta sorprendente o novedoso el enterarse que gran parte de los restos del avión uruguayo siniestrado el año 1972 se encuentren en el lado argentino, a unos pocos centenares de metros de la frontera chilena. Fue precisamente en aquel límite fronterizo, donde ellos vivieron la odisea de sobrevivencia y antropofagia sorprendieron al mundo al conocerse sus detalles por medio del libro “Viven”, que es y representa la versión oficial de este hecho histórico de nuestra época ocurrido en nuestra geografía frente a San Fernando. Sólo un ala con su respectivo motor del avión Fairchild Hiller 227 no ha sido ubicada en terreno argentino, por lo que presumiblemente se encontraría en el lado chileno, según nos contaron arrieros y andinistas del vecino país.
El mito lleva a pensar que los restos del avión uruguayo se encuentran en territorio chileno se deben a varias situaciones históricas que se fueron desarrollando, y entre las más importantes figuran tres. En primer lugar destaca el hecho que los uruguayos Canessa y Parrado hayan decidido dirigirse al oeste, subiendo las montañas circundantes hasta las cumbres, con la posible idea o ilusión que desde esas cumbres verían Chile y sus campos, pueblos o ciudades. Sin embargo solo visualizaron cadenas interminables de altas montañas por lo que continuaron durante diez días caminando penosamente en dirección hacia la puesta del sol, única referencia geográfica para tener contacto con algún poblado o ciudad chilena, figurando en un arrugado mapa las referencias de San Fernando y Chimbarongo, hasta el encuentro con el arriero colchagüino Catalán, gestionándose vertiginosamente todo su rescate desde el lado chileno. En segundo lugar, influyó el creer en las versiones literarias y documentales de prensa que salieron a circulación inmediatamente posteriores a los hechos del rescate, que incluían mapas que detallaban todos los hechos y acciones en territorio chileno, específicamente en las montañas cercanas a los faldeos del Volcán Tinguiririca y el Alto de los Arrieros. Estos mapas fueron hechos presumiblemente por personas que no conocían los lugares dando a lugar a interpretaciones graficas erróneas que geográficamente no se corresponden con la realidad, contribuyendo para desinformar sobre los lugares exactos donde ocurrió la tragedia. En tercer lugar destaca el hecho histórico que el año 1972 los campesinos que arreaban su ganado doméstico, compuesto por vacunos, caballos, cabras y ovejas se trasladaran más allá de Las Termas del Flaco, subiendo las montañas para cruzar por el paso de Las Damas y bajar hacia el lado argentino cuyo límite natural para el pastoreo de ovejas y cabras está representado por el río Las Lágrimas que en un largo tramo se une al río Atuel. Estos ríos son muy difíciles de cruzar, constituyendo una frontera natural hasta donde llegaban los piños de los arrieros, quienes en sus cercanías instalaban sus puestos de cuidado de ganado durante el periodo de la veranada que va normalmente de diciembre a marzo, retornando por la misma ruta. De esta forma varios arrieros y vecinos de San Fernando y Puente Negro, mostraron evidencias de haber llegado por tierra, vía Termas del Flaco – Paso Las Damas hasta el lugar donde se detuvo y quedó el fuselaje. Para muchos de estos viajeros, las montañas no tienen ningún detalle que marque los límites entre un país y otro.
A partir de principios del año 1973, fue común que los puesteros chilenos que cuidaban ganado en las cercanías del río Las Lágrimas, fueran estimulados por la curiosidad y las personas para visitar la tumba colectiva de los uruguayos. Con el paso de los años esta situación cambió, pues el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), en su preocupación de detectar y resolver posibles problemas sanitarios, emitió una resolución temporal supervisada por Carabineros de Chile, la cual no permitía el paso de ganado a Argentina, ni el pastoreo en el cajón del río Damas, impidiendo de esta forma aproximarse a la frontera con el vecino país en varios kilómetros. Esta resolución tenía por objetivo crear una franja o despoblado de control para enfermedades exóticas que podrían afectar o deteriorar nuestra economía ganadera.
CANESSA, PARRADO Y CATALAN…
Del cajón del río azufre a la esperanza cierta
Prof. Pedro Marchant Villanueva
imagesDesde las altas montañas de nieves eternas (cercanas a los cuatro mil metros sobre el nivel del mar), los uruguayos Fernando Parrado de 23 años y Roberto Canessa de 19 años caminaron por diez días en diciembre de 1972, superando dificultades con precarias vestimentas y ningún conocimiento de alta montaña, haciéndose camino al filo de los abismos, sobreponiéndose al frío, al viento, al quemante sol, a los naturales problemas de presión sanguínea, casi al borde de la inanición. Todo ello en condiciones extremas, logrando así llegar a tierras más bajas de pastoreo natural o también llamadas veranadas, delimitadas por la confluencia del estero San Andrés y el río el Azufre; buscaban ansiosamente encontrar un paso que salvaguardara uno de los últi¬mos bastiones geográficos que se les anteponía para alcanzar el tan ansiado contacto con la civilización.
Por un lado, al oriente, la pétrea e imponente montaña de donde ellos venían; y al sur poniente en forma de medialuna, los grandes acantilados cortados a pique, por cuyos fondos se deslizan los torrentosos y gélidos cursos de agua recién derretidos de los glaciales y nieves cercanas.
Cundía la expectación e inquietud, pues en el sector había ganado de pastoreo y sin embargo por ningún lado encontraban un paso para salir de esa área. Quiso el destino que al atardecer del día miércoles 20 de diciembre de 1972, Sergio Catalán Martínez de 44 años, admi¬nistrador de esos lugares de veranada, junto a sus dos hijos y a dos de sus trabajadores ya próximo a terminar sus faenas de rodeo de ganado, divisaron en una planicie sobre el barranco y al otro lado del río, en el sector de pastoreo llamado Potrero de la Loma (o de la rosa mosqueta) un movimiento anormal de los animales domésticos que pastaban en esos lugares. De improviso entre arbustos y árboles pensó que eran cazadores o excursionistas extraviados. Gritaban y agitaban sus brazos desplazándose con notoria dificultad al borde del acantilado. Catalán y su grupo sorprendidos, se aproximaron a la ribera del río, avistando de frente a los forasteros… Catalán recuerda “Eran dos hombres barbudos, flacos y sucios, de vestimentas raídas; aspecto famélicos y notoriamente debilitados, que hacían con los brazos extendidos, la mímica de un avión que caía y que el ruido del río y la distancia impedía escuchar con claridad lo que gritaban desde lo alto del barranco”. La cercanía de la noche, hacía imposible continuar intentando cualquier aproximación entra las partes, por lo cual Catalán a viva voz les gritó “volveré por la mañana para ayudarles”, los hombres adoptaron un aspecto de tranquilidad, lo que dio a entender al grupo de chilenos que el mensaje había sido captado., aparecen un par de personas tratando de hacerse ver. A primera vista se pensó que eran cazadores o excursionistas extraviados. Gritaban y agitaban sus brazos desplazándose con notoria dificultad al borde del acantilado. Catalán y su grupo sorprendidos, se aproximaron a la ribera del río, avistando de frente a los forasteros… Catalán recuerda “Eran dos hombres barbudos, flacos y sucios, de vestimentas raídas; aspecto famélicos y notoriamente debilitados, que hacían con los brazos extendidos, la mímica de un avión que caía y que el ruido del río y la distancia impedía escuchar con claridad lo que gritaban desde lo alto del barranco”. La cercanía de la noche, hacía imposible continuar intentando cualquier aproximación entra las partes, por lo cual Catalán a viva voz les gritó “volveré por la mañana para ayudarles”, los hombres adoptaron un aspecto de tranquilidad, lo que dio a entender al grupo de chilenos que el mensaje había sido captado.
El jueves 21, Catalán se levantó temprano como a las seis de la mañana, y en su mular se dirigió por el sendero río abajo, hasta el puesto principal de los Maitenes, ubicado a unos dos y medio kilómetros. En ese punto desde la ribera del río Azufre se comunicó a viva voz, con su trabajador Armandito Cerda de 64 años, el cual alertado por Catalán se aproximó a la rivera, recibiendo un mensaje escrito en un papel que envolvía una piedra, lanzada sobre el río. En el escrito, Catalán le indica a Cerda que preste ayuda y auxilio inmediato a unas personas divisadas en el potrero de la Loma. Luego, Catalán retornó río arriba llegando hasta el lugar de su campamento donde desayuna. A continuación en compañía de sus hijos y arrieros, se dirigió hasta el lugar donde se había comunicado el día anterior con las dos personas. Al llegar al sector, en un alto del barranco, constató que lo esperaba una de las dos personas con las cuales había hecho contacto. Catalán le hizo señas y le gritó que caminara en paralelo junto al él para que bajara del barranco, hasta que se aproximaron a un lugar donde sólo los separaba el caudaloso río San Andrés. Entonces Catalán, a la orilla del río, de puño y letra le escribe un mensaje, en un improvisado papel de saco de cemento “Va a venir luego un hombre a verlo, que le fui a decir. Contésteme que quiere”. Acto seguido envolviendo con el mensaje una piedra, lo lanzó como un proyectil al otro lado del río, donde fue recogido y leído por Fernando Parrado. Comprendido el mensaje, Parrado le comunicó en voz alta y con mímica que sólo tenía un lápiz labial (el de su hermana)… frente a esto, Catalán le lanzó un lápiz de pasta atado junto a una piedra, la que fue envuelta en un pañuelo, que le facilitó su hijo Checho. Logrado el objetivo, Parrado se sentó a escribir junto a una roca: “Vengo de un avión que cayó en las montañas; soy uruguayo. Hace diez días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos? La devolución del mensaje por Parrado, usando la misma técnica de Catalán fue débil, cayendo al agua cerca de la rivera opuesta, actuando oportunamente Checho para rescatarla del rápido caudal. Una vez enterados del mensaje el arriero comprendió la dramática situación y le tiró cuatro tortillas (panes artesanales), que cruzaron por sobre el río llegando a buen destino.
Catalán, de espíritu profundamente cristiano creyó en el mensaje y siendo las nueve de la mañana, se dirigió de inmediato en su mula en busca de ayuda, por el sendero río abajo, en dirección al poblado más cercano; esto es Puente Negro, ubicado a 70 kilómetros de donde se encontraban los dos sobrevivientes uruguayos. Entre tanto, Armandito Cerda que había ido a buscar su caballo, se preparaba para ir al potrero de la Loma a cumplir lo solicitado por su patrón, delegando sus tareas del puesto en otros trabajadores. Cerda en su caballo cruzó el potrero de las Pommes y bajó por un sendero el acantilado, luego cruzó por un rústico puente el río El
Azufre y continuando por el sendero subió los acantilados. Una vez en el sector del potrero o planicie de la Loma, Parrado lo vio venir y se dirigió a él saludándolo emocionadamente, pues era el primer chileno con quién tenía contacto directo. Parrado, entonces lo condujo hasta donde estaba tendido a la sombra de unos árboles el exhausto y debilitado Roberto Canessa.
IMG_1584A Cerda le narraron su dramática situación, la odisea vivida y su gran hambre, ante lo cual Armandito les dio de sus provisiones, tortilla y queso. Mientras ellos comían, Cerda aprovechó para ir a las cercanías a hacer un
“taco” para cambiar el curso del agua de regadío para el pasto natural. A su regreso, Armandito Cerda ayudó a subir al anca de su caballo al fatigado Canessa y se dirigieron en fila, entre la vegetación, por un sendero donde es muy poco visible la bajada hasta el fondo del barranco. El río Azufre fue cruzado por el rústico puente hecho de troncos, tierra y paja, de escaso metro y medio de ancho, y que se utilizaba para el paso del ganado al sector de la Loma. Subiendo por un estrecho sendero, alcanzaron el otro barranco, que los llevaría al potrero de las Pommes. De ahí continuaron hasta el puesto de Los Maitenes, donde se les dio de comer, para luego descansar y dormir al interior de un pequeño rancho de tablas.
Mientras tanto, Catalán cordillera abajo, montado en su mula, iba a pedir auxilio para estos sobrevivientes. Cabalgando por más de 14 kilómetros, se encontró con un grupo de trabajadores de vialidad, que arreglaban el camino que conduce a Las termas del Flaco. Contándoles lo ocurrido, Catalán les mostró el mensaje. Frente a la evidencia, el jefe de cuadrilla Sr. Daniel Chacón autorizó al chofer Sr. José Jiménez para que en un camión trasladara al arriero hasta el Retén de Carabineros de Puente Negro. En esta localidad, los uniformados mediante radio trasmisor, informan a la central de San Fernando, que a su vez retransmite, la noticia a Santiago de Chile. Los minutos y las horas siguientes fueron de gran actividad, sorpresa nacional y mundial. El comunicador social sanfernandino Archibaldo Morales en línea directa a través de una emisora radial de Santiago, adelantándose a todos los medios informativos, dio la gran noticia: “San Fernando, Chile urgente: los uruguayos están vivos”.
PERSONAL CIVIL Y UNIFORMADOS
LA OPERACION DE RESCATE DELOS SOBREVIVIENTES
Dr. J. Balocchi, Prof. Pedro Marchant, Sr. Manuel Barrera
Jueves 21 de diciembre de 1972…..
Catalán y su mensaje milagroso.
Sergio Catalán Martínez, batallando desde muy temprano, luego del encuentro con los sobrevivientes señores Parrado y Canessa en el cajón del Río del Azufre y Portillo, se dirige al puesto de los Maitenes distante a 2,5 km río abajo, con el fin de dar instrucciones precisas a su empleado Armandito Cerda Retamales, para el cuidado de los uruguayos. Cumplida esta misión y mientras Armandito guía a los uru¬guayos al puesto de Los Negros en Los Maitenes, Catalán se dirige con destino al poblado más cercano; esto es Puente Negro, distante a más de 60 km. de Los Maitenes, a fin de dar cuenta a Carabineros de Chile. En su viaje en mula, porta como único documento el intercambio de notas con Parrado, escrito en un papel de envoltorio de cemento. Al fin llega al sector de las Huertecillas, donde cruza el Río Tinguiririca, a través de un puente cimbra (pasarela colgante para personas y ga¬nado), próximo al arroyo de Los Helados. De esta manera alcanza al otro lado, el camino vehicular que lleva a Las Termas del Flaco. Uno a dos kms. Más abajo se encuentra con una avanzada de vialidad, que estaba despejando la ruta. Explicándoles el motivo de su viaje, les muestra a su vez la nota escrita, autorizando el jefe del contingente Sr. Daniel Chacón, para que lo transportaran en un camión hasta el Reten Fronterizo del poblado de Puente Negro. Serían las 13:00 cuando es recibido por el funcionario de guardia Cabo 1° Elino Mira Bustamante, quien inmediatamente lo envía a la casa del Jefe del Retén en horario de almuerzo, Sgto. 1° Orlando Menares Lorca, egresado del curso de Fronteras y Límites. Menares recuerda: “Estaba listo para almorzar cuando llega don Sergio, acompañado de un chofer de vialidad contándome lo sucedido. Me mostró un mensaje escrito en un papel de cemento. Me llamó la atención la buena ortografía, lo dramático de la redacción, lo que sumado al prestigio de buen vecino de don Sergio, le di toda credibilidad a la historia”.
IMG_1631Don Orlando continúa diciendo: “Por ello decidí dar cuenta vía radio¬comunicaciones con la Primera Comisaría de San Fernando. Me contacté con mi Comandante Coronel Sr. Ibar Muñoz Peña, prefecto de Colchagua, quien luego de enterarse de los pormenores me dijo: “Que no se vaya el caballero (por don Sergio), que yo voy de inmediato”. Entonces personalmente dio aviso a la superioridad en Santiago, con fines de iniciar lo más pronto posible el rescate”; termina recordando Orlando Menares.
Preparativos del rescate vía terrestre en Los Maitenes yPuente Negro.
Se organizó una patrulla compuesta por el practicante Cabo 1° Vicente Espinoza Muñoz; Cabo 1° Guillermo Valdés Ávila; Cabo 1° Elino Mira B., más el voluntario de la patrulla forestal Sr. Jaime Reyes Parra, sumándose además el Cabo 1° Manuel Barrera Labraña, conductor del jeep forestal N° 37 y el Sr. Fernando Calquín, chofer de ambulancia del Hospital de San Fernando, todos ellos al mando del capitán Leopoldo Curbis Vega, junto al Teniente José Antenor Camiruaga. Se agregan refuerzos desde el Retén Termas del Flaco, mediante el apoyo de dos efectivos, equipados con radiotransmisor, siendo ellos los Cabos 1° Fernando Valenzuela M. y Gabriel Ríos Y., con destino a Los Maitenes.
Mientras tanto el Sargento 1° Menares, dio orden estricta de acordonar la zona y de bajar las barreras de acceso a la entrada del poblado de Puente Negro, para impedir la entrada de personas que pudieran entorpecer la labor del rescate. Además logró conseguir un camión particular, facilitado gentilmente por el Sr. Lineros transportista de San Fernando.
Conformada la patrulla y viajando entre ellos el propio Sergio Catalán, inicia su partida tipo 15:00 horas movilizándose en un camión con sus caballares; un jeep forestal; más la ambulancia. Alcanzan a las 20 horas aproximadamente el segundo puente cimbra que va por el lado este del río El Azufre vía rumbo Los Maitenes. Finalmente a contar de las 22:00 hrs., los distintos grupos movilizados tanto a pie como a caballo, comienzan a arribar a su destino en el puesto de los Maitenes. Vicente Espinoza fue el primero en llegar al lugar, prestando los primeros auxilios a Parrado y Canessa.
Posteriormente, se agrega una patrulla motorizada del regimiento de Infantería Colchagua N° 19, con equipos de comunicaciones y otra patrulla perteneciente al Cuerpo de Socorro Andino (CSA), también con equipo de radiotransmisor. Sin embargo el conglomerada de cerros del lugar, hacían imposible una comunicación radial con San Fernando, por lo cual las comunicaciones de efectuaban a través de una pareja montada, desde el puesto Los Maitenes hasta el puente cimbra del Azufre (12 kms), de ahí continuaba el jeep a cargo del Cabo Barrera por el camino Termas del Flaco a San Fernando.
La noticia al mundo entero: “VIVEN”
El Capitán de Carabineros Leopoldo Curbis, tomó las primeras declaraciones de los uruguayos, confirmando entonces la veracidad de la historia. Seguidamente envía a la pareja montada al puente del Azufre y a través del jeep, se inicia la primera comunicación hasta San Fernando sobre la existencia real de sobrevivientes. Se ordenó desde San Fernando que Barrera regresara al puente El Azufre y a través de la pareja montada a Los Maitenes, con el fin de que el señor Canessa y Parrado confeccionaran una lista de los sobrevivientes, más los fallecidos en el accidente. Así se hizo, operando una vez más el sistema de comunicación vía terrestre. Barrera, que portaba la lista de los sobrevivientes, al regresar a la base de la comisaría de San Fernando, coincidió con la visita del encargado de negocios del Uruguay para Chile, Sr. Cesar Charlone Ortega, el que a su vez traía consigo la lista de todos los pasajeros del avión Fairchild siniestrado. Cotejando los nombres y no existiendo duda, le corresponderá al propio Carlos Páez Vilaro (padre de uno de los deportistas accidentados) leer emocionadamente la lista de los sobrevivientes en el propio cuartel, vía directa a Uruguay y al mundo y saber que su hijo, para su gran fortuna, había sobrevivido.
El Coronel de Ejército señor Enrique Morell, Comandante del regimiento Colchagua, informa al Servicio Aéreo de Rescate (SAR) de Santiago, quienes, dado lo avanzado del día disponen efectuar la operación de rescate para el día 22 a partir de las 6:00 horas.
Viernes 22 de Diciembre de 1972
Helicópteros al rescate
5Ese día, ambos jefes, tanto de Carabineros, como de las FFAA de Chile, deciden trasladar a los uruguayos desde Los Maitenes al camino público Termas del Flaco vía San Fernando. De este modo y a caballo, el practicante Vicente Espinoza lleva a Parrado y de igual forma lo hace el civil Jaime Reyes con Canessa. Luego de un avance no ma¬yor de un km., es cuando irrumpen los helicópteros del SAR, optando por regresar el grupo nuevamente al puesto de mando de Los Maitenes. Los helicópteros, piloteados por los comandantes Jorge Massa y Carlos García, en arriesgada maniobra por la pésima visibilidad y turbulencia, guiados por el uruguayo Parrado, junto a andinistas del C.S.A. entre ellos Claudio Lucero logran rescatar al primer contingente de sobrevivientes (Páez, Inciarte, Mangino, E. Strauch, Fernández y Algorta), arribando nuevamente a los Maitenes. En aquel lugar, los primeros auxilios fueron prestados por el doctor Eduardo Arriagada, médico militar que ejercía en el Hospital de Chimbarongo; la enfermera voluntaria Srta. Wilma Kock Alvarado, del Hospital de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) y del practicante Espinoza.
Durante la tarde del viernes 22, los ocho sobrevivientes fueron trasladados al Hospital de San Fernando, donde su médico director, Dr. Fernando Baquedano dispone lo mejor del hospital (pensionado, médicos y personal de enfermería y paramédicos), junto a funcionarios de seguridad; con el fin de dar una buena atención y resguardo de su integridad física y espiritual frente al asedio de periodistas y curiosos.
Sábado 23 de Diciembre de 1972:
Rescate del segundo grupo de uruguayos.
Aquel día, nuevamente los helicópteros del SAR, tras otra peligrosa maniobra llegan por segunda vez al sitio del siniestro, con el fin de rescatar al resto de los uruguayos (Zerbino, Vizintin, A. Strauch, Francois, Harley, Sabella, Methol y Delgado), los que permanecían desde el día anterior, acompañados por miembros del CSA. Este grupo fue llevado al regimiento de Colchagua y de ahí a la Posta Central de Santiago, sin acceder al
Hospital de San Fernando.
Ambos grupos previo a su traslado, fueron recibidos en el helipuerto del Regimiento de Colchagua N° 19, organizando su atención el propio Comandante Morell, quien contaba con una unidad de atención médica para tal efecto.
VIÑETAS DE UN RESCATE
Dr. Fernando Baquedano Álvarez
Médico Director Hospital San Juan de Dios de San Fernando (1972)
Cuando me pidieron que escribiera algunos inéditos recuerdos del rescate de los uruguayos, supe que sería una tarea muy difícil. Creo que pocas veces se han publicado en el mundo más libros; más reportajes en revistas y televisión; así como películas y documentales sobre el tema de “La Tragedia de Los Andes”. Me referiré a hechos que reflejan la grandeza y lo mezquino que puede ser el hombre en estas circunstancias, como los siguientes:
Un diputado de esta zona, médico además, se había caracterizado por no apoyar, ni interesarse por los múltiples problemas de nuestro viejo y pobre hospital. Cuando llegaron los sobrevivientes uruguayos a nuestro hospital un día 22 de diciembre del año 1972; se concentraron en el pensionado, recinto que fue aislado, por razones médicas, humanas y familiares. Se dejó un portero en el único acceso a esa de-pendencia, un sencillo pero confiable auxiliar de servicio, apoyado por un carabinero. Se clausuró la otra puerta de acceso, logrando así que periodistas, funcionarios de otras secciones, curiosos y otros no pudie¬ran ingresaran a ese sector. Sólo se permitió el ingreso a los médicos tratantes, personal de pensionado y el capellán del hospital. El diputado de marras, llegó con periodistas a “hacerse presente”. Grande fue su sorpresa cuando el auxiliar no le permitió en ingreso. Montó en cólera haciendo presente su calidad de “autoridad“. Como el carabinero apoyara al funcionario, acudió entonces a la Dirección del Hospital. Traté tranquilamente de explicarle las muchas razones que justificaban dicha medida. Cómo no entendiera razones y al verlo ofuscado le dije, “Usted no pasa y si quiere hacerlo reclámele al Ministro de Salud”. Nunca más el médico diputado se apareció por nuestro Hospital.
Cuando se conocieron las circunstancias, primero los médicos y después los periodistas comprendieron que había allí una Gran Noticia: ¿Cómo habían podido sobrevivir esos jóvenes? Hubo circunstancias biológicas, éticas, religiosas que pueden evaluarse con nobleza o con morbosidad. En este último aspecto se basó una película mejicana. Hubo una carrera entre los diversos medios de prensa, radio y TV por conocer “La Noticia”.
Aislados los sobrevivientes, se ejerció presión y se ofrecieron estímulos para que los funcionarios paramédicos, revelaran los detalles que habían conocido de sus conversaciones con los muchachos y sus fa-milias. Me imagino la tentación que significó para esos funcionarios, con sueldo por cierto bajos, los cientos o miles de dólares que se les ofrecía. Para satisfacción nuestra, nadie claudicó, y los rescatados volaron a Santiago de Chile, sin que se hubiera filtrado detalles de cómo sobrevivieron.
Días después estalló la verdad, ¿dónde se filtró? No sé, pero al constatar que no fue a través de nuestros funcionarios aún me llena de orgullo, como Director del hospital de esa época.
LA GRAN EXPERIENCIA
Dr. José Melej Mardones
Jefe del Servicio de Medicina Hospital San Juan de Dios (1972)
La experiencia vivida en diciembre de 1972, con ocho de los sobrevivientes uruguayos ha sido la más impresionante que un ser humano pueda experimentar, permitiéndome madurar integralmente como hombre y como médico a los once años de mi título y contando en ese momento con 37 años de edad. Los treinta y cinco años transcurridos no hacen sino identificarse más profundamente con la increíble odisea vivida por esos muchachos, cuya sólida formación cristiana y socioeconómica, les permitió ir superando una vivencia única en el mundo; con un apoyo oportuno y trascendente, de la Iglesia Católica. En efecto, con delicada inteligencia y sentido común subliminó el fenómeno de la antropofagia. Esto significó una ayuda decisiva en el aspecto psicoterapéutico de los jóvenes en la etapa inicial post-accidente. San Fernando, a través de toda su población, tuvo un desempeño que debe enorgullecerlo, destacando al personal médico, con una extraordinaria discreción respecto a lo que pudo escuchar de los muchachos, todos más o menos verborreicos, en especial Carlitos Páez. Fue el doctor Fernando Baquedano, Director del Hospital de San Fernando, quien me llamó de madrugada, por encargo del entonces Coronel Enrique Morell, sobre el hallazgo de sobrevivientes. Frente a esta súper noticia, establecimos un “puesto de mando” y coordinación centralizada en la Dirección. La hoja de signos vitales con letra de la señorita Lilian Rodríguez (inolvidable amiga y secretaria de lujo) tradujo lo que personalmente estime más conveniente. Se acogió la sugerencia de evacuar el pensionado, dejando la pieza uno y siguientes para el ingreso sucesivo de los sobrevivientes a cargo de los Drs. José Melej (piezas 1,4 y 7), José Manuel Ausin (piezas 2, 5 y 8) y Dr. Sergio Valenzuela (piezas 3 y 6), bajo la supervisión del suscrito, por ser el único médico internista del grupo escogido. Se hicieron los contactos, como era obvio con la Asistencia Pública de Santiago (Posta Central), con fines de obtener mayor información sobre la atención de este particular tipo de pacientes. Me contacté con el Dr. Valenzuela, entonces Director de ese centro asistencial, quien aprobó todas las medidas iniciales que había tomado. Desde el punto de vista de seguridad y por mi estrecha relación profesional, vocacional y de amistad con el regimiento, organizamos a suboficiales de confianza en puntos claves al interior del hospital, así como Carabineros al exterior del mismo, rodeando todo su perímetro. Había intuido lo que se iba a producir. Desde las 8:20 hrs., permanecimos en un estado de permanente alerta, listos para actuar: ¡prepararse, listos, ya! (sin embargo el primer sobreviviente recién arribaría a las 11:00 hrs.). En aquel lapso de espera, sufrimos una astenia importante por agotamiento “adrenalínico” por las largas horas de planificación e impacto del peso de la tremenda responsabilidad. Sin embargo todo mágicamente desapareció con las primeras acciones. Sobrevino entonces una avalancha inusitada de periodistas y público, ubicándose a los primeros en el patio central de estacionamiento que da a la calle Negrete. Recuerdo que frente a la antigua guardia médica, entre dos frondosos árboles había una citroneta, perteneciente a un periodista argentino, la cual tenía la antena “más poderosa del mundo”, ya que era el más solicitado para transmitir a diferentes radios del orbe.
Los políticos, no ajenos a su inimitable figuración, también se acercaron a nosotros. Entre ellos el Dr. Héctor Ríos (radical de Chimbarongo, ya fallecido), y la senadora María Elena Carrera (socialista). Entonces le agradecí a la doctora sus deseos de entrar a ver a los enfermos (pero sabiendo que era pediatra) le dije que lamentablemente no había “ningún niño” y tuvo que irse. Fue por ello muy estricto el aislamiento de estos fortuitos e ilustres visitantes, donde el acceso al pensionado tenía de puesto fijo a un suboficial mayor de toda mi confianza, con orden estricta de dar acceso sólo a personal autorizado que laboraba en el interior u otro, previa autorización mía o del Dr. Baquedano. Desde el punto de vista de radiocomunicaciones, lo más anecdótico fue un llamado personal desde EE.UU. proveniente “de la ciudad de Los Ángeles”. Era un periodista que había recepcionado la noticia por la onda corta de Radio Agricultura, obteniendo mi nombre como “organizador” de la recepción hospitalaria. Me ofrecían que yo colocara la cifra en dólares en un cheque con nombre y apellidos para obtener “la exclusiva”. Todavía escucho “mi enorme respuesta” en mi deficiente inglés. A la entrada del pensionado (frente a la pieza uno), había una pequeña ofi¬cina en donde se recibía a las personas autorizadas, especialmente a los familiares de los sobrevivientes, que venían al encuentro de los suyos. Jamás había llorado con tantas lágrimas de hombre. Así recuerdo como si fuera hoy, la llegada de quien hoy en día es mi gran amigo Sr. Seler Parrado padre de Nando, que además había perdido a su esposa y a su hija en el accidente. En efecto, sentí un grito desgarrador y su lucha con uniformados para entrar al pensionado:
“¡Nando, hijo mío!”. Lo recibí, le acomodé se psiquis y acto seguido lo acompañé a la pieza de Nando (la pieza Nª 8 estaba contigua a la mini oficina).
Al ingresar, Nando hijo, salta de la cama y su padre Seler se le arroja en una especie de tackle deslizante, besándole de los pies hasta llegar a su cara barbuda, ambos empapados de lágrimas y voceríos con la lógica de un encuentro cierto no irreal. A todos los habíamos vestidos con las batas blancas tres cuartos y al ver a Nando en ese instante pensé que nuestro señor Jesús estaba personificado en ese muchacho. Más tarde recibí un llamado por la central telefónica del Dr. G. Maturana cardiocirujano, informándome que un auto esperaba la Sra. Mecha de Canessa, madre de Roberto, a la espera de mis instruccio¬nes ya que quería lo mejor para su hijo. Aquello lo encontré de una grandeza y un sentido común sencillamente extraordinario… La hice pasar acompañándola a la pieza de Roberto. Aún parece que la veo: alta, serena, distinguidísima, cual una reina. Exclama sólo una frase: “¡Feliz Navidad hijo!”. A continuación el llanto de Mecha, Roberto y el mío propio.
En la pieza Roberto guardaba en el velador un trozo de queso (ya en descomposición), y yo al intentar tomarlo con fines de eliminarlo, reaccionó agresivamente, comprendí que ese trozo de queso era para él, el símbolo del alimento cuya hambre en el corazón de la montaña y sin víveres, lo había llevado junto a sus compañeros a límites por solo ellos conocidos. La frase bíblica “que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda”, en el sentido de dar con amor y no hacer pública alguna dádiva, ahora con los recuerdos, se puede mencionar con corazón de sanfernandino. En efecto Gloria de Ausin, recolectó en el armario: pantalones, camisas, calzoncillos, calcetines y zapatos, sin costo. Personalmente con el Sr. Rafael Cumsille, comerciante y gremialista, conseguí un número suficiente de jaleas, muy escasas en aquella épo-ca. Nena mi esposa, obtuvo diarios y revistas de distribuidores locales, además de acompañar a sus familias y obsequiarles chocolates y galletas que tanto solicitaban. Todo ello sólo con la retribución de una amistad. Sin embargo, los muchachos ofrecían “coimas” al personal para conseguir más comida, ya que habíamos dado la orden de una dieta estricta. Sin duda existía una lógica inicial; pero más tarde sería insostenible. A mediodía, poco después de la conferencia de prensa, ya les había mandado preparar un “bife a lo pobre”, que fue la delicia para todos ellos. Se efectuó además una Misa de Acción de Gracias que fue realmente grandiosa, en la capilla del viejo hospital (hoy monumento nacional), y los pormenores están escritos en el libro “VIVEN” de Piers Paul Read. La despedida de estos muchachos fue tremendamente emotiva. Viajaban a Santiago a la Posta central, a juntarse con el segundo grupo, que habían sido trasladados ya a la Posta central desde el patio central del Regimiento de Colchagua, previa evacuación desde Los Maitenes. En ese grupo estaba Roy Harley a quien examiné en el interior del helicóptero con un importante estado de desnutrición. Supe por los muchachos nuestros, que no le gustó la Posta Central y convencían al segundo grupo que retornaran a nuestro querido Hospital de San Fernando. Un hecho importante que sólo lo desliza el libro “Viven”, es la calidad ética de todo el cuerpo médico sanfernandino, ya que la antropofagia no se filtró de nuestro hospital, sino por el personal de la Posta Central de Santiago. Personalmente siento hoy, un profun¬do orgullo por la absoluta discreción de nuestra gente.
“SÓLO CUMPLÍ CON MI DEBER”
Pinceladas de una leyenda viviente: Sergio Catalán, un noble y sabio arriero
Dr. Jorge Balocchi Carreño.
IMG_1613Representa el prototipo del huaso colchagüino auténtico, de raíces netamente hispanas, común de ver en estas tierras huasas de Colchagua y Cardenal Caro. Su tez blanquísima, ojos verde agua; nariz y labios finos y su contextura fuerte, lo hacen lucir en las pocas entrevistas que concede, dada su naturaleza de hombre de campo, afable y sencillo. A sus 79 años bien vividos, con una reciente y exitosa operación de caderas a cuestas, avalan a un hombre interesante, que siempre lo encontrará, donde Ud. Lo vea, con su vestimenta huasa, orgulloso de sus ancestros y de su tierra colchagüina. Valorado por sus nobles virtudes; una fe cristiana y sana hospitalidad, vive con su familia en forma tranquila y reposada, en una pequeña localidad llamada Roma, distante a 14 Kms. de San Fernando; lugar que “no cambiaría por nada del mundo”, según su decir. Nace el 02 de Marzo de 1928 en Isla de Briones, hijo primogénito de la Sra. María de la Cruz Martínez Duque y de don Francisco Ignacio Catalán Bustamante; este último oriundo del Quillay, cercano a Paredones; siendo bautizado con los nombres de Pablo Sergio. Sus estudios los realiza en la escuela de Tres Puentes, localidad de Tinguiririca, cursando hasta el tercer año básico; luego en los años siguientes de cuarto a sexta preparatoria , continúa en la escuela de Isla de Briones; actualmente desaparecida; pero su ubicación corresponde hoy en día a los terrenos que ocupa el Internado de Puente Negro. En aquel lugar, se desarrollaban las colonias escolares de San Fernando, un programa que favorecía a los niños de escuelas públicas. Sus compañeros (as) de estudio, lo recuerdan como un alumno vivaz, inteligente, de espíritu servicial y buena conducta.
Desde muy niño estuvo vinculado con los trabajos del campo, especialmente la ganadería, trabajando siempre con ganado propio, con un cariño y tesón admirado por sus pares. Para Sergio Catalán no hay una oveja igual a la otra, reconociendo de inmediato aquella oveja perdida, entre cientos de ellas diseminadas cordillera adentro. Si se le pregunta como las retiene en la memoria, él dice sencillamente “Cada oveja no tiene lo que tiene la otra “. El año 1938, su padre don Francisco, arrienda la cordillera “la Duartina “ para pastoreo de su ganado, ubicada en el cajón del Tinguiririca; sector cordillerano actualmente intervenido por la empresa de Ingeniería Pacific Hydro, encargada de la construcción de la Hidroeléctrica La Higuera para la zona. Así la pureza de la Naturaleza que Catalán conoce como a la palma de su mano, comienza a contrastar con la tecnología invasora de fierro, cemento, ruido y maquinarias. Casado con doña Virginia H. Toro Aros, (doña Noyita), sus vivencias transcurren en Puente Negro y además en el desolado lugar de las Huertecillas, distante a unos 30 Kms. de Puente Negro, donde la familia fijaba su lugar en la temporada de primavera y verano; punto de partida para que don Sergio, trasladara sus animales cordillera adentro, buscando pastizales frescos; época de veranadas. Del matrimonio nacen nueve hijos: Cucho el mayor, y en orden sucesivo, Mili, Mabel, Checho, César; Gonzalo y las encantadoras mellizas Daniela y Paula. Todos ellos, incluyendo las cuatro mujeres, conocen el valor y dominio del caballo, el arreo y cariño por los animales; el manejo del perro ovejero; estando en condiciones de reemplazar a su padre en sus faenas de arriero si fuese necesario. Quiso el destino, que viviendo en Puente negro, le tocó un día 21 de Diciembre, mientras arriaba animales en el cajón del Azufre, el hecho fortuito de encontrarse a la “hora de la oración”, con dos desconocidos, separados por un río profundo y acantilados, imposible de atravesar. Existían temores que estas personas dada la inestabilidad política del país en plena Unidad Popular, no fueran turistas extraviados, sino extremistas. Aún así, el arriero Catalán comprende su delicada situación, dándole esperanza de socorrerlos al día siguiente, lo cual cumple ba¬jando primero a los Maitenes para dar aviso a Armandito Cerda y luego regresar río arriba al esperado encuentro con Parrado…En un accionar inteligente y meteórica carrera, salva a estos dos hombres y por con-siguiente al resto de los sobrevivientes, confinados a más no poder en el interior de los Andes. Al respecto en referencia a publicaciones que señalan que los méritos corresponden a otra persona, don Sergio no entra en controversias ya que para él, la verdad es una sola; avalada por su conciencia de hombre de bien y la de los propios uruguayos a quien salvó. Catalán sentencia “Solo cumplí con mi deber y como buen colchagüino y chileno que soy “
¿QUIEN ERA ARMANDITO CERDA?
Los Editores
Sin títuloPara investigar su vida fuimos hasta Puente Negro y las Peñas, y nos contactamos con quienes lo conocieron en vida, en especial algunos integrantes de la familia Pereira, que están vinculados a las labores y tareas de la ganadería durante las veranadas en la cordillera. Armadito Cerda es recordado como un arriero humilde, un ovejero y sufrido trabajador, que durante las veranadas vivía prácticamente por meses en los cerros y montañas. Cuando regresaba a Puente Negro agotado de su larga estadía en la cordillera, al no contar con una familia, pernoctaba en cualquier lugar, excediéndose en ocasiones en la ingesta de bebidas alcohólicas.
Armandito era muy querido por la gente, por su mansedumbre, sencillez y bondad. Por solicitud de Sergio Catalán le correspondió el mérito de prestar ayuda y rescatar a los uruguayos, Canessa y Parrado proporcionándoles alimentos y abrigo mientras esperaban al arriero Catalán que se dirigía a Puente Negro en busca de socorro. Si bien el protagonismo se ha centrado en la figura importante del arriero Sergio Catalán, consideramos que todas las acciones del rescate correspon-dieron a un trabajo de equipo, jugando Armandito un gran papel. Los uruguayos han exteriorizado su agradecimiento a todo Chile a través del arriero Catalán. Armandito Cerda ya anciano y enfermo, fue amparado en el hogar de ancianos Juan Pablo II de San Fernando, donde dejó de existir. Fue enterrado en uno de los patios del cementerio municipal de San Fernando. ¿Dónde descansan sus restos? Nadie lo sabe; lo más probable es que se encuentren depositados en una fosa común o huesera. Recordamos con cariño a Armandito Cerda por vivir su vida tal como nació, humilde y sin ruidos; donde el silencio sagrado de las montañas regocija hoy su espíritu siempre libre.
CHITO MORALES UN TALENTOSO REPORTERO: “SAN FERNANDO, CHILE URGENTE”
Reportaje de los Editores
Archivaldo “Chito” Morales, era en el año 1972 un comunicador social de destacada y reconocida trayectoria en el periodismo de prensa y radio en San Fernando, recordado por sus campañas solidarias radiales, para ir en ayuda y solución de diferentes problemas de la ciudad, como por ejemplo desastres naturales, ayuda al deportivo Colchagua, etc. En su calidad de corresponsal de una prestigiosa radioemisora de Santiago, fue quien en línea directa dio a conocer a Chile y el mundo la frase “San Fernando, Chile urgente”, “Los uruguayos desaparecidos hace más de dos meses en los Andes están vivos”. Su hija, Ruth Morales Piñats en sus recuerdos nos relata…” Un amigo de la familia, comerciante en pasteles, a quien llamaban Talín, había ido ese día a la comisaría, a hacer la denuncia del robo de su bicicleta, y tuvo que esperar porque había una gran conmoción entre los carabineros, que por su radio se estaban comunicando y hablaban de una carta que había traído un arriero de Puente Negro, y que daba testimonio del contacto que se había hecho con un par de sobrevivientes de un accidente aéreo en la cordillera. El amigo Talín, pensó que era interesante lo que estaba ocurriendo, y corrió a contarle a mi padre lo que había visto y escuchado en la comisaría… mi papá inteligentemente lo asoció con la desaparición y búsqueda del avión uruguayo, y fue de inmediato a los lugares donde se estaba desarrollando el accionar de esta noticia; es decir en las unidades de Carabineros en San Fernando y Puente Negro, y luego de confirmarlas, las dio a conocer vía telefónica a través de las ondas de radio Portales de Santiago ( emisora de gran sintonía nacional ). Luego se trasladó a la Intendencia, ubicada frente a la Plaza de Armas y se puso a trabajar, informando y enviando teletipos de todo lo que estaba ocurriendo. De este modo dio a conocer esta gran noticia que sorprendió a todo el mundo, en una agotadora jornada de trabajo continuo de más de 24 horas. Se daban respuestas informativas a todas las solicitudes y preguntas que llegaban por vial teletipo desde diferentes países, posicionando a San Fernando en el primer plano noticioso mundial.
Su hija recuerda que con motivo de los hechos políticos ocurridos en Chile, a partir del 11 de septiembre del año 1973 su padre Chito Morales fue detenido; falleciendo en prisión en San Fernando el 12 de noviembre de ese mismo año.
JAIME REYES, UN VOLUNTARIO EN EL RESCATE
Reportaje de los Autores
Jaime Reyes Parra a los 24 años de edad, fue uno de los testigos directos de lo ocurrido en Puente Negro y Los Maitenes en diciembre del año 1972, cuando pertenecía a la brigada forestal, por lo cual pasaba bastante tiempo en el retén de Puente Negro. De personalidad agradable y sencilla, nos hace partícipe amablemente de sus recuerdos: “Estaba en el retén, cuando se produjo la novedad que trajo el arriero Catalán en relación a la existencia de 16 sobrevivientes en la cordillera, al interior de Los Maitenes. Por ello se decidió mandar una patrulla policial integrada por los carabineros Mira, Valdés y el practicante Espinoza, para que regresaran junto a Catalán al lugar denominado Los Maitenes. A mí me invitaron como apoyo, pues conocía bien el sector. Salimos como a las 15:00 hrs en un camión cargado con cuatro caballos, facilitados por gente de Puente Negro. Llegamos hasta el sector de las Huertecillas y ahí nos bajamos del camión cruzando el puente colgante sobre el río Damas, para quedar al lado este del río el Azufre continuando por un estrecho sendero, con dirección al nororiente por 14 kilómetros hasta llegar a las 21:30 hrs. Estando oscuro a Los Maitenes. Recuerdo que estaban los dos sentados en un rincón y nosotros los mirábamos con curiosidad, asombro y admiración. Ellos habían vivido algo increíble “sobrevivir más de dos meses en las montañas”. Al día siguiente amaneció nublado y con neblina, y esa mañana decidieron bajarlos al anca de los caballos. No había demasiado inte¬rés en traerlos por el mal olor que tenían y el carabinero Espinoza y yo aceptamos traerlos al anca de nuestros caballos. Veníamos saliendo de Los Maitenes, cuando sentimos el ruido intenso de los helicópteros que llegaron sobrevolando a muy baja altura, con lo cual, los caballos se pusieron muy inquietos y espantadizos lo cual costó controlarlos. Se nos indicó regresar, volviendo al rancho de Los Maitenes. Al arribar al lugar, los dos se fueron nuevamente al ruco. En apariencia tenían temor de subir al helicóptero y retornar a las montañas más altas. El mayor uniformado debió hablarles en forma dura para que decidiera Parrado ir como guía a bordo del helicóptero. Después de un rato, los helicópteros regresaron con nuevos sobrevivientes y todos los ahí presentes en los Maitenes fuimos testigos de las emotivas escenas que ahí se produjeron. Es así que antes que el helicóptero tocara el suelo ellos se tiraban, se abrazaban con Canessa y entre ellos se caían al suelo y luego caminaban y corrían comiendo pasto y flores silvestres. Muchos de los ahí presentes los mirábamos con lágrimas en los ojos, pues todos estábamos muy emocionados. Luego fueron examinados por personal especializado que ahí los estaban esperando. Recuerdo que algunos estaban notablemente mal de salud; muy débiles y desnutridos”. Jaime Reyes P. a la fecha, continúa viviendo con su familia en Puente Negro a los pies de la cordillera sanfernandina; ocupando un sitial de honor en la historia local de la comunidad.
CABALLEROS DEL AIRE: SRES HUGO PAREDES S.
Y SR HECTOR SOTO MUÑOZ. EXPERIENCIA DE
PILOTOS DEL CLUB AEREO DE SAN FERNANDO AÑO 1972
Reportaje de los Autores.
Conversar tan amenamente, con Don Hugo Paredes y don Héctor Soto Muñoz, ambos pilotos de reconocido prestigio y de amplia cultura, nos recuerdan a aquellos antiguos caballeros del aire de la época inicial de la aviación, donde incluso en la primera guerra mundial, los combatientes se saludaban antes de presentar combate aéreo, con todo el romanticismo de aquella lejana época, liderada por el famoso barón Rojo y cuyos valores de caballerosidad de estos señores del aire, ambos comparten.
PILOTO HUGO PAREDES SANFORLIN
HUGO PAREDESParte importante en la búsqueda del avión estuvo a cargo del Club Aéreo de San Fernando. El piloto que más sobrevoló los cerros de la cordillera frente a nuestra ciudad en busca del avión uruguayo fue el Sr, Héctor Soto M., quien tenía la intuición que el avión perdido debía encontrarse en algún lugar de la cordillera frente a San Fernando. Sin embargo, los aviones del club no eran lo suficientemente potentes como para sobrevolar con confianza y seguridad las montañas, particularmente aque¬llas por sobre los 4.000 metros. El experimentado piloto del Club Aéreo de San Fernando don Hugo Paredes S., que viajaba a diario en el verano, trasladando pasajeros hasta el Hotel de Las Termas del Flaco, nos cuenta que en esos años los mejores aviones del club eran dos avionetas: una Cessna 150 para dos personas y otra Cessna 172 para cuatro personas respectivamente. Paredes nos relata “En los cajones cordilleranos los vientos pueden llegar a ser muy fuertes, afectando el vuelo; y si se interna en la cordillera, la situación se vuelve más peligrosa para este tipo de avionetas; por ello no todos los pilotos se atrevían a volar cordillera adentro”. El ex piloto Paredes nos muestra su bitácora de vuelo y se detiene en sus anotaciones de los meses de octubre y noviembre del año 1972, recordando con nostalgia: “Cada vez que volaba por la pre cordillera sanfernandina, lo hacía muy atento, observando y pensando que podría avistar el avión perdido…. pero la cruda realidad era que el avión uruguayo había caído muy lejos del radio de acción de mi avión Cesna”.
PILOTO HÉCTOR SOTO MUÑOZ
Sin títuloEn el living de su acogedor hogar, don Héctor Soto Muñoz, luce entre innumerables recuerdos, un diploma con el escudo y símbolos de Uruguay que dice “Al señor piloto Héctor Soto, la Fuerza Aérea Uruguaya, por los humanitarios servicios prestados, le otorga el presente diploma como una muestra de gratitud”, fechado en Montevideo el 17 de marzo de 1973. Las autoridades chilenas de la Dirección General de Aeronáutica Civil que estaban presentes en aquel acto, le manifestaron con orgullo, que era el primer piloto civil chileno en recibir este tipo de reconocimiento. Es socio del Club Aéreo de San Fernando, desde 1952, a diez años de su fundación. Le ha correspondido ocupar los cargos más importantes de dicho club. En dos ocasiones le correspondió a don Héctor Soto, viajar a los Estados Unidos, para traer aviones comprados hasta San Fernando en los años 1962 y 1970; (la primera vez en compañía del piloto Hugo Paredes, piloteando un Piper colt; la segunda vez en solitario, piloteando un Cessna 150). El último vuelo llamó la atención de sus pares siendo considerado toda una hazaña dado el trayecto demasiado largo, volando sobre tormentas eléctricas, selvas y desiertos en solitario, regresando felizmente y sin novedad a San Fernando.
Don Héctor recuerda ese día 13 de octubre de 1972: “Volaba por sobre el valle central y pude observar que cordillera adentro, el tiempo estaba en malas condiciones, con un cielo muy nublado. El relieve montañoso a partir del cerro El Chueco estaba cubierto todo por nieve. Unos días después cuando llegué al Club Aéreo encontré en la cancha a unos radioaficionados de Talca, instalando una antena junto a un grupo de familiares de los uruguayos cuyo avión se había perdido presumiblemente en el sector cordillerano cerca de San Fernando. Esta antena tenía por objetivo, comunicarse con Uruguay y los aviones del club y del SAR. Entre los familiares estaba el señor Carlos Páez Vilarò, el Dr. Canessa padre, el Sr. Harley y otros”. Les facilité la sala de pilotos en mi calidad de gerente y piloto instructor del club, poniéndome a su disposición en todo lo que el club les pudiera prestar de utilidad. De esta forma comenzamos de inmediato a hacer vuelos de búsqueda por la cordillera frente a San Fernando. A menudo conversaba con el señor Páez y el resto de los familiares de los jóvenes. Ellos recurrieron a todo, incluyendo la consulta de un vidente europeo quien les señaló que el avión estaba al sur de Santiago, cerca de Linares. Yo personalmente no compartía esa opinión, creyendo más bien, que los restos del avión debían ser buscados entre San Fernando y Talca como máximo.
Recuerdo al pintor señor Carlos Páez Vilarò, quien me obsequió en agradecimiento, dos coloridos dibujos con sus correspondientes dedicatorias: una hacia mi persona y la otra al Club Aéreo, fechados el 15/12/72 y que los conservo con mucha nostalgia por los gratos recuerdos. El pintor era muy singular, por ejemplo, de su cuello colgaban varios y collares, que me llamaban la atención; vestía en forma informal, con tela de mezclilla (casaca y jeans), usando el pelo largo, inusual en adultos de la época en nuestro país. Don Carlos Páez tenía una fe ciega que su hijo estaba aún vivo; incluso me contaba que por las noches soñaba con él y que le suplicaba “Papá ven a buscarme”. Sin duda con mi experiencia de piloto en un país de montañas como Chile, yo en mis vuelos buscaba personas fallecidas, en cambio estas gentes buscaban personas vivas lo que me parecía imposible de imaginar; pero había que respetarlo.
Considerando que aquel invierno fue uno de los más crudos y largos de los últimos años, les sugerí que mejor regresaran a mediados del mes de Diciembre, período donde comienza a producirse el deshielo del verano.,
La nieve derretida, facilitaría la localización de los restos del avión, que permanecería cubierto bajo gruesas capas de nieve. Les sugerí además que ojalá se consiguieran un avión Douglas DC- 3, el cual reunía las condiciones para sobrevolar la cordillera. Yo ponía lo mejor de mi experiencia de piloto, y también como persona, pues siempre me ponía en su lugar y trataba de entender su dolor y esfuerzos por recuperar a sus seres queridos.
Don Héctor como piloto, tenía su propia teoría sobre las posibles cau¬sas del accidente, la cual era compartida por el Dr. Canessa padre. “En esos tiempos no había GPS y ese avión tenía el sistema de vue¬lo instrumental utilizando un VOR, emplazado en la cabina del piloto, para recepcionar ondas electromagnéticas emitidas por los radiofaros emplazados en los aeródromos. También contaban con un radiotrans¬misor para comunicarse con las torres de control de vuelo. Pues bien, el vuelo por Argentina sobre las nubes era instrumental. Entonces, el piloto en su ruta habría confundido el radiofaro de una ciudad interior argentina con el aeródromo de San Rafael y por consiguiente el radiofaro de San Rafael con el de Curicó. En ese momento el piloto entregó la información que volaba a dieciocho mil pies de altura, recibiendo la autorización para tomar niveles más bajos, y dirigirse rumbo al aeropuerto de Cerrillos. Al respecto posterior al accidente se supo que el avión dentro del vuelo de instrumento se abrió un claro en el cielo, lo que alertó al piloto para tomar una medida extrema, poniendo al máximo de potencia sus motores para sobrepasar la montaña, produciéndose un choque no frontal que proyecto al avión hasta el otro lado del límite fronterizo con Argentina, donde terminó deslizándose como un trineo sobre una planicie descendente cubierta de espesa nieve, amortiguando el impacto, lo que favoreció la sobrevida de gran parte de los pasajeros.
Recuerdo que en diciembre de 1972, junto al señor Carlos Páez y el doctor Canessa padre, sobrevolamos las montañas al norte del poblado de Termas del Flaco (que lo usábamos como punto de referencia), pero no pudimos cruzar las altas montañas que limitan a Chile con Argentina. Los instrumentos indicaban que el avión estaba en posición de subida, pero las sombras que proyectaba el Cesna 172 en las pa¬redes de las montañas mostraban en verdad que el avión descendía; dimos vueltas tratando de tomar altura, intentándolo varias veces, pero el avión no podía más con el peso de tres personas adultas en su interior, lo que indicaba que el avión había llegado a su techo máximo. La potencia del motor y las características del aire no permitían a nuestro avión sustentarse en esas condiciones. Otros integrantes del Club Aéreo, contaban con aviones de mayor potencia, que podían ascender hasta aproximadamente veintiocho mil pies; pero no los ofrecieron por motivos atendibles. Entre ellos el sobrevolar en zonas poco exploradas y a gran altura, con riesgo de sus propias vidas frente a una eventual colisión en el macizo cordillerano; sabiendo de ante mano la nula posibilidad de sobrevivencia de los muchachos a dos meses de la tragedia. Por ello, en la búsqueda, siempre tuve que utilizar la avioneta 172, con limitaciones para sobrevolar la cordillera frente a San Fernando, en su límite con Argentina. Una vez que los sobrevivientes fueron rescatados con vida, estábamos junto al Sr. Carlos Páez en el Hospital de San Fernando. En ese momento, llega el Presidente del Club Aéreo de la época; y Carlos Páez le pregunta: ¿Cómo se siente usted, ahora que encontraron con vida a los muchachos? “Muy sentido, por no haber considerado la sugerencia de don Héctor, quien tenía la intuición que se encontrarían en los alrededores del volcán Tinguiririca”.
Cuando llegaron los helicópteros con los sobrevivientes al interior del regimiento, lamento que no se me haya permitido el ingreso; quedando afuera del recinto, junto al público con sentimientos encontrados. La tristeza e impotencia me invadía al no poder ver a los sobrevivientes a quienes tanto busqué, sabiendo que don Carlos Páez me esperaba para este maravilloso reencuentro. Por otro lado, tenía una gran alegría de saber que estaban vivos y que los esfuerzos y esperanzas de sus familiares habían tenido el más feliz de los resultados en esta tragedia que yo había visualizado sin ninguna esperanza; pero lo cierto es que el milagro se produjo.
VICENTE ESPINOZA MUÑOZ
Los Editores
10Vicente Espinoza Muñoz, quien el año 1972, se desempeñaba como practicante de Carabineros de la Primera Comisaría de San Fernando, fue uno de los integrantes de la patrulla que llegó primero a Los Maitenes guiados por Sergio Catalán para prestar los primeros auxilios a Parrado y Canessa. Al día siguiente, Espinoza trasladó en ancas de su caballo al sobreviviente uruguayo Fernando Parrado; y lo mismo hace el civil Reyes con respecto al uruguayo Canessa, siendo sorprendidos por la ruidosa llegada de los helicópteros de rescate. Entonces retor¬naron a Los Maitenes, lugar donde se encontraba el puesto de mando, iniciándose de esta forma, el plan definitivo del rescate aéreo. Don Vicente al respecto, en su clínica en la calle Chacabuco, nos relató hace unos años: “Yo me traje consigo a Parrado y el civil Reyes, a Canessa. No habíamos andado poco más de un kilómetro, cuando llegaron los helicópteros, por lo que nos volvimos hasta los Maitenes. De ahí salieron los helicópteros llevando como guía a Parrado, volviendo estas máquinas con seis sobrevivientes uruguayos. Nosotros con el Dr. Arriagada, médico militar y una enfermera, nos preparábamos para atenderlos lo mejor posible”.
Hasta ahí este relato extraído del libro Participación Colchagüina en el MILAGRO DE LOS ANDES
que viene a recordar cuan grande es la naturaleza humana, cual muestra de amor hacia el prójimo en un momento triste para nuestro país, acá en Colchagua y específicamente en San Fernando, se vivió una epopeya más grande de amor y confraternidad entre hermanos, no importando color político ni credos religiosos, sólo la intención de ayudar sin pedir nada a cambio.
Un recuerdo que debe hacernos pensar que nunca está dicha la última palabra, siempre queda una esperanza y sólo Dios sabe cuándo termina.
Reiteramos nuestros agradecimientos a los autores del citado libro, Jorge Balocchi Carreño y Pedro Marchant Villanueva.por cedernos las notas publicadas en este recuento histórico

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