El Guaton Loyola

 La canción “El guatón Loyola” es una cueca chilena escrita en 1954 por el libretista de radio y humorista Alejandro Gálvez Droguett, más conocido como el “Flaco Gálvez”. La música corresponde a Luis Castillo Marín y Óscar Olivares Zúñiga. La canción se basa en hechos verídicos protagonizados por Eduardo Loyola Pérez, más conocido como el “Guatón Loyola”, amigo del compositor quien estuvo involucrado en una gresca ocurrida al interior de un casino tras concurrir a un rodeo en el fundo de Santiago Urrutia Benavente en Parral el mismo año 1.

Existen varias versiones de la historia del Guatón Loyola. Según una de ellas, se remonta a los años cuarenta en el rodeo de Los Andes, cuando Chile aún era pueblo de acequias abastecidas por un canal que también regaba los potreros de la Feria, lugar donde se remataba el ganado traído desde el otro lado de la cordillera. En medio de la comida y los tragos en el casino del rodeo, tres huasos ebrios llegaron al lugar y comenzaron a molestar a algunas muchachas que atendían el lugar. Palabras van, palabras vienen, y desafío a pelear. Los carabineros apaciguaron el asunto o trataron de hacerlo, pero como insistimos el oficial preguntó: “¿quieren pelear?”, y como le dijimos que sí, entonces él puso las reglas: “nadie se mete, peleen”, dijo, y peleamos 

Por otro lado, la verdadera historia detrás del mito del Guatón Loyola fue confirmada por su protagonista en una vieja entrevista en los años 60. Según Eduardo “Guatón” Loyola, todo se debió a una humorada de su amigo, Alejandro “Flaco” Gálvez, quien compuso la popular canción. La historia surgió una noche de 1954, cuando Eduardo Loyola, “Flaco” Gálvez y Mario Cassanello se encontraban en un fundo de Santiago Urrieta Benavente, en la comuna de Parral. En medio de la comida y los tragos en el casino del rodeo, tres huasos ebrios llegaron al lugar y comenzaron a molestar a algunas muchachas que atendían el lugar. Palabras van, palabras vienen, y desafío a pelear. Los carabineros apaciguaron el asunto o trataron de hacerlo, pero como insistimos el oficial preguntó: “¿quieren pelear?”, y como le dijimos que sí, entonces él puso las reglas: “nadie se mete, peleen”, dijo, y peleamos 

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